Nació el 26 de octubre de 1959 en Orinoca, Oruro. Hijo de una familia agricultores y criadora de llamas. Es de origen amerindio, uru-aimara,2 y hablante materno del aymara. Desde niño trabajó la tierra y fue pastor de llamas. Según sus propias palabras:
Mi papá es Dionisio Morales Huanca, mi mamá Maria Mamani (ambos fallecidos, nota redacción). Somos una familia de nacionalidad aymara. Somos siete hermanos, de los cuales vivimos solo tres.." "Mis otros hermanos perdieron la vida de uno o dos años, este es el término de vida que tienen las familias o los niños en las comunidades campesinas. Más de la mitad se muere y nosotros, qué suerte, nos salvamos tres de los siete.
En Isallavi vivíamos en una casita de adobe y techo de paja. Era pequeña: no más de tres por cuatro metros. Nos servia como dormitorio, cocina, comedor y prácticamente de todo; al lado teníamos el corral para nuestros animales. Vivíamos en la pobreza como todos los comunarios.3
Desde niño Morales ayudo en las tareas agrícolas. A sus seis años se fue a trabajar, junto a su padre y hermana, en la zafra de la caña de azúcar en Tucumán, en el norte de Argentina.
Mi papá, cada mañana antes de salir al trabajo, hacia su convite a la Pachamama que es la madre tierra; mi mama también ch'allaba con alcohol y hojas de coca para que nos vaya bien en toda la jornada. Era como si mis padres hablaban con la tierra, con la naturaleza.
Trabajando durante toda su niñez, Morales se le ingeniaba para dedicarse a su deporte favorito, el fútbol.
Cuando las llamas estaban pasteando en los cerros, agarraba mi pelota de trapo y las gambeteaba (pasando por medio en zigzag) una por una. Los arcos eran las pajas bravas o las yaretas y mi compañero inseparable un perro de nombre Trébol.
A los 12 años Morales salió, junto a su padre y un rebaño de llamas, en una caminata de un mes desde Oruro hasta la provincia Independencia de Cochabamba.
Era un 21 de agosto de 1971 cuando caminábamos con nuestras llamitas hasta Cochabamba. Mediante la radio nos enteramos del golpe de estado de Hugo Banzer Suárez. Siempre recuerdo a las grandes flotas que transitaban por la carretera, repletas de gente que arrojaban cáscaras de naranja o plátano. Yo recogía esas cáscaras para comer. Desde entonces, una de mis aspiraciones mayores era viajar en alguno de esos buses….
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